Nadie lo sabía pero, durante el tiempo previo a conocerse, solo veían defectos y carencias cuando se miraban al espejo. Quien los cruzaba por la calle, los veía apenas bien, sin brillar.
Inesperadamente un día la vida los unió. Se parecieron lindos, inteligentes, alegres, buenos. Asumieron el compromiso de hacerse felices. Se hicieron familia, crecieron, rieron y también lloraron mucho. Hoy se los ve brillar.
Cada mañana, cuando se miran al espejo, pueden confirmar que aquellos viejos defectos siguen ahí, en ocasiones pronunciados, otras veces algo menos. Pero ahora tienen otro espejo, que los mira con amor, que los abraza, que les da confianza, que los ama.
Se los ve tan felices que un día tomé valor y, aunque no suelo hablarle a extraños, les pregunté si podían compartir conmigo su secreto. La respuesta fue corta y desconcertante…. solo dijeron: “Cambiamos el espejo.”
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